No quedaban dudas: antes de Qatar, Lionel Messi ya ocupaba un lugar en el olimpo del fútbol, más allá de que su nutrida vitrina no contuviera la Copa del Mundo . Aunque para el rosarino ese sueño, que supo ser obsesión, finalmente se pudo cumplir. El 18 de diciembre de 2022 logró su meta y le puso un broche de oro que lo dejó satisfecho mientras camina hacia la recta final de su carrera.
La Pulga saboreó títulos y recibió galardones de todos los colores, ya sean de ligas locales (en España, Francia y Estados Unidos), la Champions League y el Mundial de Clubes, entre tantos otros eventos. Fue premiado con el Balón de Oro y el The Best, se apoderó en múltiples ocasiones de la Bota de Oro en La Liga… Y sobre la parte final de su carrera llegó lo mejor: la Copa América, la Finalissima ante Italia y, por supuesto, el Mundial.
La gloria mundialista le había sido esquiva en sus cuatro participaciones anteriores, ya que se despidió en los cuartos de final de Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 y en octavos de Rusia 2018. Cuando más cerca estuvo fue en Brasil 2014, pero Mario Götze le clavó un puñal en el tiempo extra para el 1-0 de los alemanes y la Albiceleste acabó como subcampeona.
A la edad de 35 años, Leo saldó esta deuda en Qatar 2022, donde el equipo afianzó su enorme valía, consolidó el juego colectivo y, con sufrimiento, derrotó en los penales a Francia para desatar su festejo. Así, cumplió con la ambición que tenía: ganar la Copa del Mundo y festejar en la cita principal de selecciones.
Como si fuera poco, eso conllevó, además, poder emular a Diego Armando Maradona , el otro gran 10 que tuvo la historia del fútbol argentino y con quien se lo comparó a Messi desde sus comienzos. Su talento inconmensurable y esa capacidad para apilar jugadores con esa mezcla de habilidad, control, destreza y velocidad conducían a una semejanza inevitable. Y aunque las personalidades sean lo más distinto que presentaron, en Qatar en particular, en Leo afloró un carácter que rememoró al fallecido astro.
Durante cita en Medio Oriente, el rosarino había invocado el nombre del Pelusa y esperaba hacerle la dedicatoria de campeón: "Dijimos desde el principio: Diego (Maradona) nos está empujando desde el cielo y espero que esto continúe hasta el final".
Diego disfrutó de alzar el trofeo del Mundial en México 1986, en una edición inolvidable en la que marcó dos goles de otro planeta frente a Inglaterra en los cuartos de final: uno con la mano inadvertida por el juez y el otro, en el que empezó desde la mitad de la cancha para dejar en el camino a múltiples rivales (dos décadas después, Leo ensayó y materializó uno casi idéntico ante Getafe).
Cuatro años más tarde, Maradona masticó bronca por la final perdida por 1-0 a manos de Alemania en Italia 1990 con un penal controvertido y es por ello que su trayectoria se apagó con un título Mundial.
En este caso, Leo hizo la inversa, pero en definitiva se quedó con el ansiado trofeo: subcampeón en primera instancia y ganador en el que fue su, parece, último intento. Cumplida la última escala, se eternizó en la gloria. Y ahora, Messi y Maradona ya no tienen cómo diferenciarse.
Foto: Getty Images