En 2017 Brandi Levy, por entonces una estudiante de 14 años residente de Mahanoy City (Pensilvania), no tuvo un buen día luego de saber que no había quedado en el equipo de élite de porristas de su centro escolar. Como una forma de desahogar su frustración publicó una foto con su dedo del medio levantado y acompañado de una serie de improperios.
La publicación en Internet llegó a las autoridades de su escuela, quienes decidieron suspenderla y quitarle sus pompones por un año.
Los padres de la joven acudieron a la justicia amparándose en la primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos que resguarda la libertad de expresión. En ese entonces la Corte de Apelaciones dio la razón a Levy y obligó al centro educacional a reincorporarla.
«Hice una prueba para el equipo universitario de animadoras y no lo conseguí, así que estaba bastante disgustada», dice Brandi, hoy de 18 años y cerca de terminar sus estudios de Contabilidad.
Sin embargo, las autoridades de la escuela pidieron a la Corte Suprema que se pronunciarla, apoyados en una sentencia de 1969 que permitía a estudiantes llevar brazaletes negros en oposición a la guerra de Vietnam, pero especificaba que la expresión que perturbara el funcionamiento de la escuela podía ser castigada.
«Las escuelas conservan la autoridad para regular las conductas que se producen fuera de los límites de su propiedad, pero que crean efectos sustanciales en el interior», dice la sentencia, según informa AP.
Además, las autoridades estudiantiles señalan que la pandemia y la educación a distancia han hecho que las publicaciones en Internet crucen el límite entre lo que ocurre dentro y fuera de una escuela.
Además, la discusión se da en un ambiente donde hay una mayor conciencia de los efectos perjudiciales del acoso en las redes sociales.
Ahora el debate llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos, donde sus nueve jueces deberán pronunciarse sobre el caso, sin olvidar que varios de sus magistrados tienen hijos en edad escolar.
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