Después de 5 años de proceso, este jueves finalizó el juicio contra los responsables del cruel homicidio del pequeño Gabriel Fernández, uno de los casos más aterradores de maltrato infantil conocidos en California, Estados Unidos.
El niño murió a los ocho tras ser torturado brutalmente por su padrastro, con la complicidad de la madre. Gabriel fue hallado inconsciente en su domicilio de Palmdale, al noreste de Los Ángeles, tras un llamado de emergencia a los bomberos. Cuando estos llegaron, se dieron cuenta que el niño tenía marcas de ataduras en los tobillos, golpes y quemaduras de cigarrillo.
El pequeño tenía una fractura de cráneo, varias costillas rotas y magulladuras por todo el cuerpo. Los bomberos llamaron a los agentes del sheriff. En ese instante, Isauro Aguirre confesó haber sido el causante de las heridas, mientras que Pearl Fernández admitió que ella estuvo presente durante la tortura. El niño murió dos días después de la detención de los adultos, el 24 de mayo de 2013.
Durante el juicio salieron a la luz detalles estremecedores del infierno que vivió Gabriel en aquella casa. Aguirre maltrataba al niño porque pensaba que era homosexual. Obligaban al pequeño a dormir atado, con un calcetín en la boca y metido en una caja dentro de un armario, recoge El País.
Le hacían pasar hambre y lo castigaban obligándolo a comer heces de gato y su propio vómito. Los insultos, golpes, puñetazos y patadas eran constantes. Le disparaban con perdigones, que tenía incrustados en el cuerpo la noche que lo hallaron inconsciente. Todo fue ratificado en el juicio por uno de los hermanos, a los que también maltrataban, pero no como a Gabriel.
El jurado había hallado culpable a Isauro Aguirre, de 37 años, de homicidio en primer grado con agravante de torturas en noviembre. Un mes después, recomendó la pena de muerte, ratificada este jueves por el juez. Esperará su ejecución en la prisión de San Quentin, aunque en California hay más de 700 personas en el corredor de la muerte, pero el Estado no ha realizado una ejecución desde 2006.
La madre del pequeño, Pearl Fernández, de 34 años, se declaró culpable de homicidio en primer grado como parte de un pacto con la fiscalía para evitar la pena capital. Fue condenada a cadena perpetua sin posibilidad de revisión.
Antes de dictar la condena, el juez pronunció una reflexión personal: «Esto no es conducta animal, porque los animales cuidan a sus hijos».
Fotos: Policía de Estados Unidos.
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